Nací en Madrid y mi interés por la fotografía viene desde que era pequeña, quizá sea porque mi padre siempre iba con su cámara inmortalizando diferentes momentos de nuestra vida familiar. Hoy en día, ya de mayor, gracias a esas fotografías puedo recomponer instantes olvidados e incluso algunos ni imaginados. La máquina de mi padre era una cámara Kodak Brownie Hawkeye de los años 1950 con la que algunos años después empece a fotografiar alguna que otra cosa. Me parecía fascinante su mecanismo. Luego pase a la Werlisa color, que era de mi hermano y hacer películas con el tomavistas de mi padre. Cuando gane algo de dinero me compre una Yashica, con la que he hecho la mayoría de las fotos y diapositivas, ya que el revelado en color salía carísimo. Al salir las cámaras digitales me compre una, pero nada como mi Yashica. Durante muchos años he fotografiado diferentes países, ciudades y gentes. Pero llego un momento coincidiendo con la fotografía de los móviles, donde no quería ver a través de una pantalla, quería impregnarme de las sensaciones que me producía al estar delante de un espacio. No soportaba el llegar a un sitio y una multitud de gente con teléfonos móviles estuvieran haciendo cientos de fotografías y grabando cualquier cosa.
De alguna forma ese periodo de tiempo me ha ayudado a volver a aprender a mirar. En la actualidad con las cámaras analógica y digital me interno en el paisaje, bien urbano o natural, aunque la mayoría de las veces opto por la naturaleza, he intento captar el detalle en un instante que congelo y le da sentido a un lugar. Es lo más parecido a cuando hago meditación.
Alguna de mis fotos han sido seleccionadas para exposiciones colectivas y han sido publicadas y galardonadas.
Por último quiero citar a Elliott Erwitt “La fotografía es el arte de la observación. Se trata de encontrar algo interesante en un lugar ordinario. Me he dado cuenta de que tiene poco que ver con las cosas que ves y mucho con cómo las ves” .